Las cosas que nos producen placer... ¿son pecado?
Observemos atentamente esta lista con algunas cosas que nos producen placer, que aplica tanto a varones como a mujeres:
¿Cómo pueden ser pecado estas cosas? ¿Cómo pueden volvernos hedonistas si reconocemos en cada una de esas sensaciones al Creador que está detrás de todo eso? ¿Podemos llegar a entender que Él creó todas las cosas para agasajarnos, para honrarnos, para mimarnos; y además nos dio los sentidos para recibir mediante ellos cada uno de esos regalos? ¿Qué clase de teología nos impide disfrutar plenamente –o nos incita a disfrutar con culpa– de todas sus bondades?
Desde los mismos comienzos de la humanidad, pasando por toda la Biblia, vemos lo genuino y bíblico de estos actos siempre y cuando el enfoque central no esté solo en el yo sino en el Creador, la Fuente misma de lo espiritual. (Y si de paso hacemos un poco de meditación introspectiva, no nos vendría nada mal tampoco).
- Un baño de inmersión de agua tibia con sales minerales. Aflojar los músculos de la tensión diaria, uno a uno. Disfrutar el vapor ascendiendo con el aroma de las sales.
- Frotar el cuerpo con un guante de crin y ver cómo se desprenden las células muertas; con ellas se va el viejo yo y lo nuevo emerge. Escuchar la música preferida de fondo (ojo, lejos de la bañadera).
- Un masaje con aceites naturales vegetales.
- La sensación del cuerpo sobre las sábanas de algodón recién cambiadas, enjuagadas con un suavizante perfumado.
- Recibir un masaje descontracturante o relajante.
- Salir a caminar por el césped con los pies descalzos. Recostarse sobre el pasto, debajo de un árbol y desde esa perspectiva mirar el árbol y el cielo colándose entre las ramas.
- Observar un atardecer o una luna saliente en el cielo.
- Sentarse en el jardín o el patio, cerrar los ojos y escuchar los pájaros cantar. Estar atento al sonido del canto de las hojas con el viento.
- Comprarse un lindo juego de lencería (las mujeres).
- Algo de aromaterapia: un desodorante de ambientes, un ramo de jazmines u otra flor preferida, un sahumerio de vainilla, una vela aromática, un té perfumado, ponerse una crema corporal de rico perfume. Al oler algo de lavanda puede hacerse el ejercicio mental extra de que encontrarnos en una colina llena de lavandas, en una campiña inglesa. ¡La imaginación es placentera!
- Dios creó las fragancias y aromas con propiedades para aliviar la depresión, ansiedad, fatiga, irritabilidad y estrés. Está científicamente comprobado que la lavanda, el sándalo, el limón y la manzanilla relajan las ondas cerebrales.
- Colorterapia: Pintar una pared de un color vivo o de un color pastel, como te guste más. Hojear una revista con coloridas fotografías. Mirar un televisor en plasma de HD, con hermosos paisajes o vistas de la naturaleza.
- Recostarse en la cama boca arriba con la luz tenue o simplemente una vela, con los auriculares colocados y escuchar una linda música. Puede ser tu alabanza preferida o un instrumental que te guste, con un sonido no muy estridente o irritante.
- Cerrar los ojos y recordar con lujo de detalles un lugar donde estuviste o un momento de tu vida que fue muy feliz. Intentar recrear las sensaciones, los olores, los rostros, los pensamientos, etcétera.
- Suspirar ante el susurro de una fuente de agua de mesa, un móvil de cañas o de piedritas,
- Saborear un chocolate (si es aireado o con almendras, mejor). Degustar algo con una textura cremosa, disfrutarlo con todas las papilas gustativas.
- Respirar hondo. Sostener el aire en los pulmones. Sentir cómo recorre todo el trayecto. Agradecer por el oxígeno que da vida a nuestro cuerpo. Exhalar las tensiones, los pensamientos negativos y enfermizos, el miedo. Tomar otra bocanada de aire más profunda que la anterior e hinchar el diafragma.
¿Cómo pueden ser pecado estas cosas? ¿Cómo pueden volvernos hedonistas si reconocemos en cada una de esas sensaciones al Creador que está detrás de todo eso? ¿Podemos llegar a entender que Él creó todas las cosas para agasajarnos, para honrarnos, para mimarnos; y además nos dio los sentidos para recibir mediante ellos cada uno de esos regalos? ¿Qué clase de teología nos impide disfrutar plenamente –o nos incita a disfrutar con culpa– de todas sus bondades?
Desde los mismos comienzos de la humanidad, pasando por toda la Biblia, vemos lo genuino y bíblico de estos actos siempre y cuando el enfoque central no esté solo en el yo sino en el Creador, la Fuente misma de lo espiritual. (Y si de paso hacemos un poco de meditación introspectiva, no nos vendría nada mal tampoco).
- Marijo Hooft, El Ojo de la Tormenta
Que lindo saber que nuestro Padre nos quiere ver así, sin culpas. Yo tengo un jazmín que me invita a sentarme cerca, respirar hondo y hacer lo que más me cuesta : relajarme y frenar por un buen rato. ¡Gracias Marijó!
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