Permiso para descansar

Algunas veces los pastores sentimos que, si descansamos, les estamos robando ese tiempo a los que están en necesidad, le quitamos ese tiempo a la obra, o tememos secretamente que nos vamos a entusiasmar del descanso y ya no vamos a querer volver a trabajar al ritmo que solíamos hacerlo. Esos también son mitos que están asociados a una teología defectuosa, o a una visión distorsionada de la gracia de Dios. Algo no anda bien en nuestra comprensión de Dios cuando tenemos temor a descansar, a gratificarnos, a darnos un poco de placer en esta vida.



No debemos tener temor de descansar demasiado, el alma humana, una vez que está restaurada y llena, se vuelca automáticamente a dar a los demás. Jesús mismo es nuestro ejemplo en esto. Él no esperaba a que cada alma humana estuviera a salvo, que cada cuerpo a su alrededor fuera sanado para retirarse a descansar el cuerpo y el alma. No lo vemos pidiendo permiso para retirarse tampoco, como si estuviera permanentemente “de guardia”, y ni siquiera les informaba a sus discípulos a dónde estaba yendo. Jesús obedecía su ritmo interior; cuando llegaba el tiempo de descanso, el tiempo de actividad terminaba.

En algunas ocasiones invitaba a sus discípulos a descansar. Él no esperaba hasta que todos terminaran la tarea que estaban haciendo. Simplemente paraban. Les decía: “Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para su alma…”.

- Marijo Hooft, El Ojo de la Tormenta

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