Enséñanos a contar nuestros días

“Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Sal. 90:12).


Salí a caminar por el parque después de pelear bastante conmigo misma. A regañadientes me puse las zapatillas y el jogging, haciendo el esfuerzo consciente de vencer mi naturaleza sedentaria. Miré por última vez la pantalla de mi computadora, como despidiéndome de los mensajes sin contestar y de las cosas pendientes que quedarían a la espera de que yo volviera. Le dije adiós a la pila de papeles que puse sobre la mesa para que me recordaran (como si acaso yo lo olvidara) que debían ser clasificados y encarpetados. Le eché una mirada lastimera a la cama sin hacer y la pila de ropa para acomodar en el placar cuando yo volviera de mi egoísta sesión de caminata.

Además de esa naturaleza sedentaria que atenta contra mi bienestar físico y mental, tengo otra que es mucho peor: una tendencia a querer terminar todas las tareas de mi lista antes de pasar al disfrute o al momento de relax.

Un hábito algo histérico de gozarme secretamente al ir tachando las cosas pendientes, es mi peor enemigo interno. Como un tirano me exige, me exige, pero nunca me da la satisfacción prometida. El viejo truco de la inalcanzable zanahoria puesta adelante y uno sudando en la cinta de caminar que nunca para. La implacable lista de deberes que, por cada ítem que taches surgen tres más. Interminable. Invencible.

Cuando leo al salmista pidiéndole a Dios sabiduría para gobernar su vida, me siento muy identificada. La Traducción en Lenguaje Actual (TLA) dice: “Enséñanos a pensar cómo vivir para que nuestra mente se llene de sabiduría”. Y eso es lo que personas activistas y perfeccionistas como yo necesitamos: Que Dios nos enseñe a pensar cómo vivir para que la mente sin gobernar no nos gane la batalla de la ansiedad. Y pensar es una acción deliberada y voluntaria, que requiere determinación. 

Tal vez que el Espíritu de Sabiduría venga a mi vida implicaría un mayor poder y dominio propio para entender que las tareas nunca se terminarán y que el bendito papel nunca quedará en blanco. Al igual que cuando Jesús dijo “a los pobres siempre los tendrán con ustedes”, invitando a los religiosos a entender que la mujer que derramó el perfume estaba priorizando al Señor y su momento único e irrepetible con Él. Del mismo modo, me fuerzo por entender que aunque ahora hay una pila de cosas urgentes e importantes, ellas siempre estarán allí para acusar a mi mente cada vez que quiera sentarme a orar, leer la Biblia, o simplemente salir a caminar (un excelente ejercicio mental y espiritual que literalmente me ha salvado la vida en otro tiempo).

Tal vez que esa sabiduría se me impregne signifique que vengan nuevas fuerzas de la voluntad, y pueda empujar ese bloque de piedra que pesa una tonelada, que son todos los deberes y obligaciones, y de manera consciente y voluntaria decida hacerle “pito catalán” y ponerlo a un lado en pos de lo que sé que me beneficia más.

Lo que sé es que necesito aprender cada día cómo hacerlo. Necesito cada día vencer esas voces perniciosas que habitan en mí y no me conducen a una vida de sabiduría, contando bien el tiempo (que es escaso y limitado), y eligiendo bien mis actividades de modo que al acabarlas sea realmente feliz y no tenga una alegría ficticia como la que “Perfectalandia” me propone.

Comentarios

  1. Me identifico, llore, porque me.siento necia, porque Dios nos da la manera de cumplir las metas diarias y projectos sin estress,. Siempre vamos a concluir que a sus pies, buscandolo nos dsra sabiduria pero.. la pelea con la carne es diaria. Gracias por escribir y dejarme ver como en un espejo mi realidad, siempre El nos da la solution, pero no siempre lo buscamos primero a El. Gracias. Ansiosa de leer el libro.

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