Reconocer que hemos tocado fondo
¿Por qué será que muchas veces, de manera inconsciente, estamos esperando tocar fondo para comenzar a arreglar las cosas que sabemos que andan mal? ¿Por qué el estresado hombre de negocios o el líder cristiano espera el tope de un ACV o de un problema cardíaco para comenzar a hacer deporte o llevar una vida más sana? ¿Por qué el adicto precisa llegar hasta lo más bajo, arrastrarse por lugares y estados humillantes, antes de acudir a un centro de ayuda?
Creo que muchas veces sabemos que no estamos yendo bien, pero nos cuesta emprender el proceso de cambio, con todo lo que acarrea.
En mi búsqueda me crucé con las historias de otros creyentes, de personas dedicadas enteramente al servicio de Dios que también habían tocado fondo en algún momento. Su trayectoria avalaba sus palabras y las hacía aun más didácticas para mí. ¡Empezaba a ver que no era la única que atravesaba el desierto del desorden emocional! ¡Otros habían estado allí también, y ahora se animaban a contarlo! Algunos de esos testimonios están plasmados en el libro "En el Ojo de la Tormenta".
Por supuesto que había escuchado sobre los desórdenes emocionales en la televisión, que les ocurrían a los famosos o a otras personas “comunes”. Crecí en un hogar en el que mi abuela sufría de depresión severa, y mi mamá padecía trastornos psiquiátricos y debía estar medicada. Estaba familiarizada con la sintomatología y el tratamiento de estas enfermedades. Pero yo no pensaba que esas cosas les podían pasar a creyentes sinceros que viven en el poder de Dios, y mucho menos a quienes son vistos como líderes o personas más crecidas espiritualmente.
Esos testimonios demuestran que a veces parece que, “de repente”, “inesperadamente”, alguien “cae” en el hoyo de la depresión y todo se viene abajo. Lo que no nos damos cuenta es que venimos deslizándonos durante meses –incluso años– hacia ese hoyo. Ese “de repente” se fue gestando en un largo período, saturado muchas veces de estrés, en el que fuimos fuertes o afrontamos situaciones traumáticas; un tiempo minado de episodios que nos han lastimado profundamente, pero hemos tenido que curarnos a las apuradas y seguir adelante. Ese proceso seguramente estuvo teñido por patrones erróneos de pensamiento que nos llevaron a actuar de manera incorrecta; por esto, nos encontramos hoy con depresión, crisis de angustia, insomnio, ansiedad, pánico o cualquier forma de desorden emocional.
Cuando no hay más lugar desde donde caer, y las evidencias nos señalan la realidad de que estamos en el suelo y no podemos descender más, es cuando empezamos lentamente a ver y reconocer nuestra situación; recién ahí podemos hacer algo para levantarnos y emprender el ascenso nuevamente. Pero no será de un día para el otro, como no fue de un día para el otro que llegamos a ese estado. La cuesta arriba lleva tanto o más tiempo que el descenso por la pendiente.
Y el tocar fondo viene precisamente para eso: para que cambiemos aquellas cosas dentro de nosotros que nos conducen a la muerte y elijamos la vida.
Creo que muchas veces sabemos que no estamos yendo bien, pero nos cuesta emprender el proceso de cambio, con todo lo que acarrea.
En mi búsqueda me crucé con las historias de otros creyentes, de personas dedicadas enteramente al servicio de Dios que también habían tocado fondo en algún momento. Su trayectoria avalaba sus palabras y las hacía aun más didácticas para mí. ¡Empezaba a ver que no era la única que atravesaba el desierto del desorden emocional! ¡Otros habían estado allí también, y ahora se animaban a contarlo! Algunos de esos testimonios están plasmados en el libro "En el Ojo de la Tormenta".
Por supuesto que había escuchado sobre los desórdenes emocionales en la televisión, que les ocurrían a los famosos o a otras personas “comunes”. Crecí en un hogar en el que mi abuela sufría de depresión severa, y mi mamá padecía trastornos psiquiátricos y debía estar medicada. Estaba familiarizada con la sintomatología y el tratamiento de estas enfermedades. Pero yo no pensaba que esas cosas les podían pasar a creyentes sinceros que viven en el poder de Dios, y mucho menos a quienes son vistos como líderes o personas más crecidas espiritualmente.
Esos testimonios demuestran que a veces parece que, “de repente”, “inesperadamente”, alguien “cae” en el hoyo de la depresión y todo se viene abajo. Lo que no nos damos cuenta es que venimos deslizándonos durante meses –incluso años– hacia ese hoyo. Ese “de repente” se fue gestando en un largo período, saturado muchas veces de estrés, en el que fuimos fuertes o afrontamos situaciones traumáticas; un tiempo minado de episodios que nos han lastimado profundamente, pero hemos tenido que curarnos a las apuradas y seguir adelante. Ese proceso seguramente estuvo teñido por patrones erróneos de pensamiento que nos llevaron a actuar de manera incorrecta; por esto, nos encontramos hoy con depresión, crisis de angustia, insomnio, ansiedad, pánico o cualquier forma de desorden emocional.
Cuando no hay más lugar desde donde caer, y las evidencias nos señalan la realidad de que estamos en el suelo y no podemos descender más, es cuando empezamos lentamente a ver y reconocer nuestra situación; recién ahí podemos hacer algo para levantarnos y emprender el ascenso nuevamente. Pero no será de un día para el otro, como no fue de un día para el otro que llegamos a ese estado. La cuesta arriba lleva tanto o más tiempo que el descenso por la pendiente.
Y el tocar fondo viene precisamente para eso: para que cambiemos aquellas cosas dentro de nosotros que nos conducen a la muerte y elijamos la vida.
- Marijo Hooft, En el Ojo de la Tormenta
Bien dicho! Gracias por abrir los ojos de muchos que luchan en silencio con estos males.
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