¿Cuánto daño causan las expectativas irreales?
El pastor José Luis Martínez cuenta una anécdota:
¡Faaaa! ¿Todo eso en una sola persona? ¡Si ni siquiera ellos mismos pudieron tener todas las habilidades juntas, sino solo una a la vez! ¿Por qué pretendemos de nuestros pastores y líderes más de lo que esperamos de los héroes de la Biblia?
Los pastores tienen que luchar para deshacerse de estas presiones de perfección. Tienen que educar a la gente que Dios les dio para pastorear; algunos de ellos probablemente en unos años se encuentren donde sus pastores están ahora. Creo que solo debemos reeducar a la iglesia en este aspecto. No podemos esperar que las personas entiendan todas las presiones que un pastor soporta; después de todo, ellos nunca han llevado la carga de toda la iglesia, ni han cargado con todas las responsabilidades y decisiones que los pastores cargan a diario.
Por otra parte, estas personas crecientemente demandantes a menudo fomentan y contagian un descontento generalizado en toda la iglesia en momentos en que los pastores están fatigados o estresados, y así se crea un círculo vicioso.
Sean expectativas reales o imaginarias, ahogan la vitalidad del espíritu del pastor o líder, y así lo que otros pueden llegar a pensar se convierte en una pesadilla ilustrada en el peor de los escenarios, alimentando el temor y la ansiedad. Esta agitación interna es contraria a la fe y confianza que predicamos. Enseñamos la gracia, pero permitimos que los demás nos pongan bajo el yugo del temor a no estar haciendo las cosas bien.
El mismo apóstol Pablo expresó en 1 Corintios 15:10: “Por la gracia de Dios soy lo que soy”. ¿Somos exitosos, talentosos, buenos oradores? Es por la gracia de Dios. ¿No lo somos? También allí esta su gracia; Él nos creó con lo que tenemos.
En conclusión, los pastores y líderes llevan adelante una profesión especial, diferente y en nada comparable a cualquier otra, tanto en sus demandas como en sus beneficios. Pero a la vez son personas de carne y hueso, con necesidades comunes a toda la humanidad. Deben permitirse expresar sus emociones, sus limitaciones y falencias.
Un miembro de mi iglesia encontró en una revista un dibujo y descripción del ‘pastor ideal’; sacó una fotocopia y me la envió con un saludo cariñoso. En dicha descripción se decía que el pastor ideal debe tener “la fuerza de Sansón, la sabiduría de Salomón, el encanto y valor de David, la paciencia de Job, la perseverancia de Moisés, la sensibilidad de Jeremías, la inteligencia y el conocimiento de Pablo, la habilidad de Lucas y la agilidad de Zaqueo”.
¡Faaaa! ¿Todo eso en una sola persona? ¡Si ni siquiera ellos mismos pudieron tener todas las habilidades juntas, sino solo una a la vez! ¿Por qué pretendemos de nuestros pastores y líderes más de lo que esperamos de los héroes de la Biblia?
Los pastores tienen que luchar para deshacerse de estas presiones de perfección. Tienen que educar a la gente que Dios les dio para pastorear; algunos de ellos probablemente en unos años se encuentren donde sus pastores están ahora. Creo que solo debemos reeducar a la iglesia en este aspecto. No podemos esperar que las personas entiendan todas las presiones que un pastor soporta; después de todo, ellos nunca han llevado la carga de toda la iglesia, ni han cargado con todas las responsabilidades y decisiones que los pastores cargan a diario.
Por otra parte, estas personas crecientemente demandantes a menudo fomentan y contagian un descontento generalizado en toda la iglesia en momentos en que los pastores están fatigados o estresados, y así se crea un círculo vicioso.
Sean expectativas reales o imaginarias, ahogan la vitalidad del espíritu del pastor o líder, y así lo que otros pueden llegar a pensar se convierte en una pesadilla ilustrada en el peor de los escenarios, alimentando el temor y la ansiedad. Esta agitación interna es contraria a la fe y confianza que predicamos. Enseñamos la gracia, pero permitimos que los demás nos pongan bajo el yugo del temor a no estar haciendo las cosas bien.
El mismo apóstol Pablo expresó en 1 Corintios 15:10: “Por la gracia de Dios soy lo que soy”. ¿Somos exitosos, talentosos, buenos oradores? Es por la gracia de Dios. ¿No lo somos? También allí esta su gracia; Él nos creó con lo que tenemos.
En conclusión, los pastores y líderes llevan adelante una profesión especial, diferente y en nada comparable a cualquier otra, tanto en sus demandas como en sus beneficios. Pero a la vez son personas de carne y hueso, con necesidades comunes a toda la humanidad. Deben permitirse expresar sus emociones, sus limitaciones y falencias.
- Marijo Hooft, En el Ojo de la Tormenta
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