Consecuencias de violar las leyes en el plano natural
"Violar las leyes en el plano natural". Eso suena fuerte.
Hay leyes que no podemos violar, por más espirituales y sobrenaturales que seamos en nuestro andar, porque Dios nos creó de este modo. Si no nos alimentamos bien, si no descansamos lo suficiente, si no nos recreamos, la máquina se funde. Y no es culpa de Dios. En algunos casos la solución no es orar más, sino todo lo contrario, ser más conscientes de que somos humanos y, como tales, tenemos leyes y códigos que no debemos violar en el nombre del Señor.
Así como somos responsables en el plano espiritual y sabemos que la transgresión de las leyes morales y espirituales se denomina pecado y su paga es la muerte, en el plano físico y emocional esta violación se llama necedad e insensatez. Y también se paga caro. Porque, a fin de cuentas, termina afectando la parte espiritual.
Todos los sistemas tienen límites. Nuestro cuerpo es el más complejo y maravilloso sistema que Dios ha creado. Lo mismo es cierto respecto de nuestra mente y emociones. Pero a aquellos que “todo lo podemos en Cristo que nos fortalece” nos cuesta aceptar la existencia de límites o limitaciones (estas dos palabras ni figuran en el glosario evangélico, mucho menos en el pentecostal).
Pero los límites son reales, y no son nuestro enemigo. Es más, fueron puestos allí por el Creador por una buena razón: para proteger nuestros circuitos.
El problema es que no es sencillo detectar cuándo estamos viviendo sin margen. Algunas cargas y dolores en la vida son más fácilmente visibles que otros. Se ven cuando pueden ser percibidos a través de uno de los cinco sentidos o medidos por medio de exámenes médicos. Pero a menudo la naturaleza de estas afecciones es invisible. Los dolores emocionales, psicológicos, sociales y relacionales con frecuencia lo son; por esa razón no detectamos la falta de límites que nos está acuciando, hasta que es demasiado tarde. Nos sentimos acusados, fracasados, débiles si nos quejamos. Incluso no sabemos cómo expresarlo, porque ni siquiera poseemos o estamos acostumbrados a utilizar un vocabulario emocional.
Hay leyes que no podemos violar, por más espirituales y sobrenaturales que seamos en nuestro andar, porque Dios nos creó de este modo. Si no nos alimentamos bien, si no descansamos lo suficiente, si no nos recreamos, la máquina se funde. Y no es culpa de Dios. En algunos casos la solución no es orar más, sino todo lo contrario, ser más conscientes de que somos humanos y, como tales, tenemos leyes y códigos que no debemos violar en el nombre del Señor.
Así como somos responsables en el plano espiritual y sabemos que la transgresión de las leyes morales y espirituales se denomina pecado y su paga es la muerte, en el plano físico y emocional esta violación se llama necedad e insensatez. Y también se paga caro. Porque, a fin de cuentas, termina afectando la parte espiritual.
Todos los sistemas tienen límites. Nuestro cuerpo es el más complejo y maravilloso sistema que Dios ha creado. Lo mismo es cierto respecto de nuestra mente y emociones. Pero a aquellos que “todo lo podemos en Cristo que nos fortalece” nos cuesta aceptar la existencia de límites o limitaciones (estas dos palabras ni figuran en el glosario evangélico, mucho menos en el pentecostal).
Pero los límites son reales, y no son nuestro enemigo. Es más, fueron puestos allí por el Creador por una buena razón: para proteger nuestros circuitos.
El problema es que no es sencillo detectar cuándo estamos viviendo sin margen. Algunas cargas y dolores en la vida son más fácilmente visibles que otros. Se ven cuando pueden ser percibidos a través de uno de los cinco sentidos o medidos por medio de exámenes médicos. Pero a menudo la naturaleza de estas afecciones es invisible. Los dolores emocionales, psicológicos, sociales y relacionales con frecuencia lo son; por esa razón no detectamos la falta de límites que nos está acuciando, hasta que es demasiado tarde. Nos sentimos acusados, fracasados, débiles si nos quejamos. Incluso no sabemos cómo expresarlo, porque ni siquiera poseemos o estamos acostumbrados a utilizar un vocabulario emocional.
- Marijo Hooft, En el Ojo de la Tormenta
Muy bien explicado .gracias por compartirlo .
ResponderEliminarMe encantó,acertado para este tiempo por que venimos de años de mucho esfuerzo y creemos que somos los imparables...
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