La divinidad de la tristeza

Algunas veces la tristeza se percibe como falta de espiritualidad, o cuando menos, como debilidad. No nos permitimos llorar frente a nuestros feligreses o ante las personas que están bajo nuestro liderazgo, porque ese descuido puede llevar a una sublevación por falta de autoridad y firmeza emocional.

La tristeza es una de las emociones más humanas. Y divinas. ¡Hasta Jesús lloró! Él no lloraba por una angustia producto del estrés o la ansiedad. Lloraba cuando estaba triste. Y alguien lo vio como para contárnoslo. Y al hacerlo nos habilitó para estar tristes nosotros también.



Todos podemos atravesar el valle de lágrimas, pero debemos saber que el valle de lágrimas no es para quedarnos a vivir. La tristeza tiene que tener un fin. Si no lo hay, si se niega o se esconde, el día que salga, saldrá a la superficie potenciada y estallará todo por los aires.

La cultura judía nos enseña mucho sobre esto, ellos le daban a la tristeza un papel preponderante en la sociedad y en sus vidas cotidianas. Si estaban tristes lo manifestaban externamente rompiéndose la ropa y echando cenizas sobre su cuerpo; lo hacían abiertamente y a plena luz del día, y no significaba para ellos una vergüenza, sino un acto común a la humanidad.

Si estamos tristes, no tenemos por qué ocultarlo.

- Marijo Hooft, En el Ojo de la Tormenta

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